¿Chuquiago Marka o La Paz?: los prejuicios de los abuelos o las audacias de los jóvenes.
Cholas viendo La Paz desde la ladera este |
Quién no se
ha sentido emocionado al escuchar la canción Chuquiago Marka de los Kjarkas,
quién no se ha emocionado oyendo el poema del Chaza a La Paz en sus 450 años,
creo que ambas, entre otras muchas expresiones artísticas, simbolizan lo que es
nuestra ciudad.
Cuando Gonzalo
y Ulises Hermosa escribieron la canción “Chuquiago Marka” estaban expresando en
ese nombre lo que verdaderamente es la ciudad, una ciudad india, aymara, que en
el siglo XX y XXI se ha convertido en la capital del altiplano, en la capital
aymara; entendiendo que no estamos hablando sólo del altiplano boliviano o del
aymara boliviano, sino que estamos hablando del aymara peruano y chileno
también. La canción nos entrega una de las mejores y más bellas metáforas para
referirnos a esta condición, La Paz es la “Luz del Ande”. No quiero en ningún
momento que se tomen estas palabras como un ninguneo o un desprecio a los
habitantes blancos de La Paz, por el contrario ellos deben sentirse orgullosos
de vivir en esta capital del Ande, en esta capital india, y deberían tener la
seguridad que en ella son bienvenidos.
Por otro
lado, Manuel Monroy Chazarreta, el “Chaza”, en su poema, expresa a cabalidad lo
que es el universo paceño, él usa el otro nombre: “La Paz”; pero se está refiriendo
a lo mismo. En su poema están todos los personajes, uno de los principales y
que conecta ambas obras es el Illimani, que es el mejor símbolo de la identidad
nuestra, nuestra identidad es de piedra, ya lo dijo Fausto Reinaga, nosotros
somos “tierra que piensa”, y el Illimani simboliza esa dureza y esa eternidad,
esa altura y ese orgullo, que otro gran indio cantó diciendo “Yo fui el orgullo
como se es la cumbre”. El poema del Chaza comienza despejando toda duda
respecto a nuestro origen, diciendo de una manera genial: “dicen que cumples no
sé cuántas letras de años, pero tú ya existías como existen los nevados”. La
Paz no se fundó en 1548, La Paz ya existía muchísimo antes y se llamaba
Chuquiago Marka como señalan las mismas crónicas de los españoles. Cuando llegó
Alonso de Mendoza, lo recibió el cacique Quirquincha e incluso lo alojó en su
tambo.
Pido
serenidad y objetividad ante la idea de cambiar de nombre. Si hacemos memoria e
investigamos un poco, veremos que muchos países y ciudades, por no decir todos
los países y ciudades, han cambiado de nombre a la lo largo de su historia por
lo menos una vez, cuando no varias. Si lo vemos en perspectiva histórica hasta
podremos decir que es normal que las entidades políticas (me refiero a las
ciudades y estados) cambien de nombre alguna vez.
Pero el
cambio de nombre no es caprichoso o arbitrario, normalmente obedece a cambios
políticos y sociales importantes para la nación o la ciudad. En el caso de
Bolivia veremos que el mismo nombre de Bolivia se debió a que 192 años atrás
este territorio se independizó de la corona española y en un acto que no le
honra (todo hay que decirlo) tomó el nombre de Bolívar para que por este
obsequio a la vanidad del general, este permitiera que el país sea
independiente, no ya de España (eso ya era un hecho) sino independiente del
Perú y de la Argentina. Una yapa a esa adulación natal fue el cambio de nombre
de la ciudad de Chuquisaca a Sucre.
Este cambio
de nombres vino después de los cambios de nombres que originó la conquista
española, ya mencionamos, La Paz por Chuquiago Marka, pero también Santa Cruz fue
fundada en las llanuras del Gran Grigotá, Trinidad está en la tierra de los
Mojos, y así algunos más, aunque en Bolivia hay muchos casos de ciudades que
han mantenido sus denominaciones originales como Oruro, Potosí, Chuquisaca
(ahora para el departamento pero antes también para la ciudad), Tarija o
Cochabamba.
Los cambios
políticos y sociales por los que ha ido pasando nuestro país, han sido muchos
como vemos: a la llegada de los españoles, el inicio de su dominio sobre el
pueblo y el territorio; después en la independencia con el inicio de una nueva
forma política del gobierno, ya no como colonia de un emperador lejano, sino
como república liberal y democrática.
En estos
momentos vivimos otra transición evidente. Y no me refiero a la llegada al
poder de este gobierno hace 11 años, este hecho es un eslabón más de la cadena.
Más todavía, me refiero a la lucha india por la toma del poder en el país, que
se inició desde los primeros años de la conquista española hace más de 4 siglos
y medio. Esta lucha, en estos momentos, parece haber alcanzado un hito importante
y muchos de los avances que se han realizado a lo largo de los siglos, parecen
ya irreversibles, y más bien cabe esperar que más cambios lleguen muy pronto,
en busca de lograr ese poder.
Por esta
razón no parece para nada descabellado pensar en cambios en los nombres de las
entidades políticas, por eso es que a muchos ya no les choca oír decir que el
nombre de La Paz debiera ser Chuquiago Marka o que tal vez el nombre de Bolivia
pudiera ser otro. En toda sociedad llega un momento en que la gente precisa de
un cambio, incluso en elementos simbólicos, como son los nombres.
Por qué digo que
a muchos ya no les estorba pensar en alternativas a los nombres que pensábamos
inamovibles. Vuelvo a la canción de los Kjarkas, allí se hace la transición de
Chuquiago Marka a La Paz con toda naturalidad. Para el que escucha, en su
imaginación se plasma una misma realidad con dos denominaciones, el cambio está
hecho, nadie denuesta el uno por el otro, porque ambos son uno; otro argumento
más convincente es el gentilicio “chukuta” que lo utilizan con toda naturalidad
los paceños para denominarse a sí mismos, somos chukutas y somos paceños
también sin ningún problema.
Ahora bien,
los cambios pueden ser graduales, el mismo alcalde de la ciudad propone que se
la denomine “Nuestra Señora de La Paz Chuquiago Marka”, tal vez un periodo de
convivencia formal de las dos denominaciones sea necesario. Pero no hay
prácticamente razón alguna para que el nombre no pueda cambiarse
definitivamente.
Hay
argumentos muy poco razonados y que ya no tienen la fuerza que podrían haber
tenido 50 años atrás, y que cuando se esgrimen tienen un olor a antiguo, suenan
a viejas taras y prejuicios. Nos referimos al argumento del “mestizaje”. Este
tema que tuvo su preponderancia antes, hoy ya se ha debilitado mucho. Paso a
explicar el significado de la palabra y el concepto.
Para el
Diccionario de la Real Academia Española, mestizo es el nacido de padre y madre
de distintas razas. La pregunta es: ¿Cuántos bolivianos pueden decir que su
padre y su madre son de distintas razas entre sí? Seguramente la respuesta será
algo así como el 0,00000…..1%, tal vez cuando un gringo o gringa viene y se
casa con un boliviano o boliviana o cuando un menonita sale de su comunidad y
se casa con una camba o con un camba. Más allá de lo anecdótico, el porcentaje seguramente
es muy minoritario.
Pero entonces
de dónde surge esa idea del mestizaje como la identidad de los bolivianos y con
ella la de los chukutas o paceños. La explicación hunde sus raíces en la época
colonial. Fueron los españoles quienes al implementar una sociedad en base a
castas o categorías, dieron lugar al surgimiento del concepto social de
mestizo. Para la sociedad colonial tenía que formarse una clase intermedia
entre el indio y el blanco-español, para que no hubiera contacto directo de los
indios con el poder, esta clase intermedia fueron los mestizos. Desde un inicio,
esta clase mestiza no tuvo más que como referencia simbólica al mestizaje
biológico, es decir el producto de la unión de dos progenitores de distintas
razas; en la práctica, lo mestizo, fue una clase social compuesta por indios
que habían logrado una situación mejor en la sociedad colonial, porque se
convirtieron en artesanos, en comerciantes, porque lograron entrar en los
niveles bajos de la administración colonial, porque aprendieron a hablar
español, porque lograron un ingreso económico que los ponía cerca de los
blancos.
Esta clase
mestiza con el correr del tiempo se hizo más grande incluso que los blancos, no
porque cada vez hubieran más españoles que se juntaran con indias (nunca llegó
a haber una población española ni remotamente equiparable a la población india,
en la colonia) sino porque cada vez más indios, como producto de su trabajo, se
acercaban más a las características privativas del blanco, como ser: poder
económico, rasgos culturales como el idioma, la religión, etc. De esta manera
llegamos a nuestros tiempos donde el proceso de empoderamiento del indio es tan
grande que incluso no solo las cifras de blancos han quedado reducidas a su
mínima expresión, sino que la de indios también disminuye, porque como ya
dijimos, el indio está obligado, en el marco de la estructura social colonial,
a dejar de ser indio para poder alcanzar un mejor nivel de vida. En Bolivia,
sabemos que, una persona india que en su niñez vive en el campo, cuando llega a
la ciudad en su juventud puede llegar a ser mestizo, y si después logra una
posición social mejor, puede incluso llegar a ser blanco.
Por tanto lo
que hay en Bolivia y en La Paz, es una masiva, casi exclusiva, población india
que, como es normal, ha adoptado ciertos rasgos de la cultura “occidental
moderna” (no solo española), pero que no por eso ha perdido su identidad india.
Hay que entender que el hecho de que una persona hable español, sea cristiana,
use computadoras, viva en la ciudad, sea profesional, no la hace perder su
identidad, sigue siendo tan india como sus padres o abuelos; lo que le hace
perder su identidad es vivir en un sistema social que le obliga a renunciar a
esa identidad, es decir dejar de ser indio para convertirse en mestizo, para
poder ser socialmente aceptado. Es por esto que ante la pregunta del censo,
cuál es su identidad, el indio piensa que es mejor responder, soy mestizo, para
colocarse en mejor situación frente a la sociedad. De esta manera la tendencia,
como decíamos, es que el porcentaje de indios disminuya y el de mestizos
aumente. Lo que da una idea falsa de la realidad.
Los tiempos
que corren nos invitan a dejar atrás esas categorizaciones coloniales que
seguramente son exclusivas de América a nivel mundial. Debemos de dejar atrás
esta concepción del mundo ya tan antigua (casi 5 siglos) y pasar a ser una
nación moderna en la que todos (o la gran mayoría) nos identificamos por lo que
somos, indios, sin miedos y desechando esa idea colonial de que para mejorar
económicamente y socialmente, debemos dejar de ser indios. Por el contrario
cada vez se demuestra que la identidad india es la más poderosa en Bolivia, por
no decir la única; para muestra un botón, cual es la nueva corriente
arquitectónica en Bolivia, los cholets de
El Alto; cuál es la música boliviana más reconocida en el exterior, la música
folklórica.
Por mi parte
me siento igual de cómodo y me representa de la misma manera, decir que vivo en
La Paz que en Chuquiago Marka, decir que soy paceño o que soy chukuta. Esta
situación dual se da en mí y en los de esta generación, porque vivimos en este
periodo histórico de transición. Quién sabe y las siguientes generaciones se
identifiquen más con Chuquiago y el nombre de La Paz quede para el recuerdo.
Estimado Javier, un fuerte abrazo. No creo en el argumento que otros cambiaron el nombre, entonces nosotros también. Con el nombre de La Paz no dejamos de significar y simbolizar la calidad de urbe andina. Como dices Luz del Ande. No se trata de blancoides o la cualidad indigena: La Paz significa toda esa mezcla; no es preciso por ello cambiar de denominación. Este es un tema de larga tertulia que lamentablemente no se agota en un comentario. Pero hay que mirar también la realidad cuando alguien dice ser "paceño" por La Paz, hay que recoger todo lo que ello contempla.
ResponderEliminarAYMARITUD Y COLONIALIDAD.
ResponderEliminarLO AYMARA COMO SER SOCIAL AUTÉNTICO Y LO "INDIO" COMO SER SOCIAL COLONIAL.
Mi estimado Carlos Javier Saravia Tapia, tu artículo me mueve a unas reflexiones que los mantengo desde hace mucho tiempo; por eso, compartí en mi muro del facebooc con el título que antecede y con el siguiente texto:
Hoy, para acceder al poder político, tenemos que adoptar ciertas formas no necesariamente indígenas; pero, avanzamos. Mañana será otra estrategia en otro contexto social y político. El lento proceso de reconstrucción de la milenaria nación avanza, por diversos caminos; desde diferentes métodos.
Nunca estuve de acuerdo con el manejo del concepto colonial de "indio"; por su inexistencia y por la existencia de múltiples pueblos y naciones indígenas, como aymaras, kishwas, etc., cuya identidad se encubre bajo el término genérico colonial y antropológico de "indio".