Encholarse o morir: el proyecto de identidad india para Bolivia, sus logros y flaquezas

Morenas del Carnaval de Oruro


6 de agosto, es la fecha que la mayoría de los bolivianos reconocemos como el día de nuestro país. En cuanto a nuestra identificación como pueblo o nación, es decir ya no solamente como entidad política, sino como unidad de grupos humanos que se identifican unos con otros como vinculados a un nivel más profundo que el nivel formal legal, aunque todavía no está definida del todo, ya se puede distinguir un derrotero histórico marcado claramente a favor de una identidad india.
Aclaro que uso la palabra “indio”, sabiendo que es un concepto de la colonia por no tener otro concepto que englobe a los pueblos aymaras, quechuas, chiquitanos, guaranís, mojeños y otros del oriente.
Si analizamos actualmente los referentes culturales del país veremos que la gran mayoría de ellos son de origen indio. En la música diremos que la “Música Boliviana” por antonomasia es la música llamada “folclórica” en todas sus ramas, como los conjuntos tipo “Los Kjarkas”, la música de banda (morenadas, diabladas, caporales, etc.), hasta la música de mayor componente popular como la “chicha” y otros. En el arte, todos nuestros motivos gráficos simbólicos son de origen indio o tienen una relación con lo indio: la whipala, el illimani, la chola, la coca, y otros. Los diseños arquitectónicos más innovadores son los “cholets” de El Alto. En el lenguaje existe una permanente innovación en cuanto a sintaxis, palabras y sentidos nuevos para el español, derivados de las lenguas indias.
Si bien se podrá argumentar que todos estos elementos entran a formar parte del mestizaje cultural, se podría aceptar esta interpretación haciendo una precisión. Existe un mestizaje, en el sentido de que es el indio o aquellos que son culturalmente indios los que han aceptado o han incluido o se han apropiado de elementos culturales externos (los de la denominada cultura “occidental”).
En este sentido lo que existe en el país es una cultura india que es por definición la “Cultura Boliviana”. La cultura “blanca” boliviana no existe o por lo menos no tiene mayor significación histórica que un paso ya muy antiguo (por lo menos hace 200 años atrás) en nuestra historia. En cuanto a los blancos o culturalmente “blancos”, su forma de mestizaje predominante la podríamos llamar en realidad “encholamiento”, utilizando un término que refiere a una práctica que ya fue descrita por los escritores de la primera mitad del siglo XX, como Carlos Medinaceli, y que muy probablemente tiene sus orígenes en tiempos más antiguos del periodo colonial.
En Bolivia el “blanco” o el que se considera “blanco” no tiene mayor opción que aceptar la cultura india e integrarse a ella, es decir “encholarse”, (hasta los Menonitas de Santa Cruz terminan bailando música chicha como puede verse en un video de YouTube); sus otras opciones pasan por llevar una vida recluida en su pequeño círculo social e incluso territorial circunscrito a algunos barrios de las grandes ciudades, imposibilitado en general de poder desarrollar su cultura allegada fuertemente a lo occidental, alimentando un desprecio y frustración permanente, frente a la cultura india predominante; y su última opción es irse, emigrar a países de Europa o Estados Unidos, cosa que sucede mucho, en donde puedan reproducir esa cultura como un espejo y fundirse en esas sociedades.
Si bien este panorama es muy indicativo, como decíamos al principio, de un derrotero ya muy claramente trazado; no es menos cierto que este proceso puede fácilmente abortar antes de llegar a su plenitud.
Las fuerzas de esta identidad india-boliviana (la llamamos así por entender que es a la vez de origen indio, pero que va de camino a apropiarse de la representación ideológica de la entidad política denominada Bolivia.) deben ser consideradas en el contexto de su inserción continental y mundial. Existen fuerzas ideológicas en franca contraposición al proyecto indio-boliviano, que se puede evidenciar en diferentes manifestaciones.
Las naciones sudamericanas, nuestras vecinas, en su totalidad están controladas por grupos económicos y políticos que ejercen el poder y que representan grupos “blancos” o “criollos” que tienen su continuidad desde la colonia hasta hoy. Es muy común el racismo y discriminación en contra de los bolivianos en países como Argentina, Chile, y otros; esto se hace patente por ejemplo en el marco de los partidos de fútbol en los que participan equipos bolivianos.
En lo político, en los países vecinos se produce un persistente debate entre izquierdas y derechas, entre socialismo y capitalismo. Estos grupos de poder logran su dominación ideológica precisamente con la permanencia de este tipo de debates. Si una nación, como Bolivia, pretendiera salir de esos debates estériles y plantearse otros horizontes, sería una amenaza seria para el resto.
Llegamos ahora a una de las partes medulares de este análisis, la cuestión económica. Por un lado la acumulación en el territorio de Bolivia de grandes riquezas naturales, como el gas, el litio, el hierro, el agua, la tierra, etc. Coloca a nuestro país en constante riesgo de sufrir  intentos de control político por potencias extranjeras, cuando no de una franca invasión y anexión. Esto podría parecer muy extremista, pero en realidad si vemos la historia pasada de nuestro país, este tipo de conflictos no sería una novedad.
Este difícil panorama es posible dada nuestra debilidad económica y política como país, frente a potencias de la región como Brasil o Argentina (el PIB de Brasil es 50 veces más grande que el de Bolivia). Seguimos siendo desde hace siglos un país que vive de la producción de materias primas, no somos conocidos en el mundo por producir ningún tipo de maquinaria, tecnología, ni siquiera ropa, textiles, y tampoco por los pocos productos alimenticios que exportamos, por el contrario seguimos siendo conocidos por producir minerales y gas natural, notablemente el único producto semi-industrializado por el que somos muy conocidos es la cocaína.
Esta situación económica nos mantiene en la pobreza más extrema del continente. Es esta condición misma la que puede detener el proceso de identificación nacional india de la que hablábamos, ya que si no se produce una revolución económica que proponga un nuevo horizonte de realización material para el pueblo, nunca se llegará a una consolidación de una identidad nacional propia y fuerte, y por tanto tampoco se llegará a producir la toma del poder político por manos indias, lograr el “gobierno indio para pueblo indio”, según la antigua sentencia.
Por el contrario es muy probable que este vacío que se crea por la imposibilidad de una identidad cultural india-boliviana de lograr la hegemonía, sea ocupada rápidamente por otras identidades más afines a los grupos “blancos” minoritarios. Uno de estos nuevos paradigmas muy bien podría ser la identidad “latina”. Este concepto fue originado en Estados Unidos, donde los migrantes sudamericanos, centroamericanos o caribeños, son denominados como “latinos”. De esta manera se crea una nueva identidad supranacional que poco a poco puede calar hondo en Bolivia (y en los otros países) y resultar triunfante al conllevar en ese paradigma contenidos de progreso económico y desarrollo tecnológico, que normalmente se hacen atrayentes para un pueblo empobrecido como el nuestro.

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