El mar es un tema económico
¿Qué hay en el fondo de nuestro reclamo por el mar, que
lleva ya 139 años de historia? De tanta historia, de tantas declaraciones, de tantos
ministros de relaciones exteriores y presidentes reuniéndose con los chilenos,
qué nos queda.
¿Deberíamos desistir de todo el asunto, borrar de nuestra
memoria todo el fardo de decepciones y empezar a vivir como si nunca hubiera ocurrido,
como si nunca hubiéramos tenido mar?
O debiéramos agachar la cabeza, apretar los dientes y seguir
adelante en la lucha, una vez más y las veces que sean necesarias.
Si planteamos así el problema, con seguridad que no nos
inclinaremos ni por una ni por otra opción, porque ninguna de las dos apela a
la inteligencia, al esfuerzo, a la valentía y a la fuerza de que somos capaces.
El problema del mar debe plantearse como un problema
económico. El contar con un puerto en el océano pacífico, y un territorio en la
costa, implica la apertura de posibilidades nuevas para nuestra economía, lo
cual en sí debiera representar en nuestro imaginario mucho más que una
reivindicación de una guerra perdida, una ofensa a la nación o unos muertos de
nuestro lado.
Sin embargo, el aprovechamiento de ese puerto y ese
territorio no está al alcance de los medios y recursos con los que contamos hoy.
Desde la infraestructura, vial, industrial, energética, hasta los recursos
humanos, el talento profesional, la conducción política apropiada, no contamos
al momento con nada de eso.
De nada nos serviría conseguir el objetivo hoy día. Debemos
de trabajar muy duro, potenciarnos, industrializarnos, dejar de exportar tristemente
materia prima como lo venimos haciendo desde hace 480 años.
El país debe unirse en torno a un proyecto claro, simple,
realista y objetivo. El proyecto debería estar basado en el cambio de la
estructura social de una sociedad colonial a una moderna, donde el poder
político recaiga en el 90% de la población que tiene como antepasados comunes a
las civilizaciones previas a la conquista española, mientras que se debe dejar
de lado, siempre respetando su propia cultura al 10% de habitantes de
ascendencia europea que ha gobernado el país por casi 480 años.
El enfoque debería estar en la industrialización y el
crecimiento económico, que como resultado debe dar una mejora en las
condiciones de vida de la gente. Sobre el viejo problema de si los medios de
producción deben estar en poder de personas privadas o del estado o los “trabajadores”,
me parece que la respuesta debería estar en directa relación a la capacidad para
alcanzar el desarrollo económico esperado. De todas maneras, debería de
establecerse muy claramente que ninguna persona privada o grupo privado debiera
acceder a un poder económico tal que le permita controlar la sociedad.
Una de las reglas morales fundamentales de la sociedad
debiera ser: No te aproveches del trabajo de la gente.
Debemos declarar sin miedo, sin vacilación, que todo
ciudadano debe tener por ley la obligación de preocuparse por la sociedad, su
trabajo debe ser por el vecino, su cerebro debe de trabajar para mejorar la
vida de sus conciudadanos. De la misma manera todo ciudadano debe estar
obligado por ley a trabajar.
Por último, la vocación del país debe ser netamente de
expansión, un país como el nuestro mediterráneo, con las condiciones
geográficas que tiene, su altitud y su enorme población en la altiplanicie,
tiene geopolíticamente el llamado a expandirse a las tierras bajas, sean al
oriente o sea al occidente hacia la costa. Su sustrato poblacional identificado
con las civilizaciones antiguas la convierte en factor aglutinador a su
alrededor de toda la población del mismo origen que vive en los países vecinos.
Reclamar por el mar, no; más bien preparémonos para conquistar
eso y mucho más.
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