¿LA CIENCIA, AUTORÍA DE TODA LA HUMANIDAD O COPYRIGHT EUROPEO?




Durante el siglo XVIII se produce la corriente de pensamiento que se llamó la ilustración. Los filósofos dieron con la idea de que el ser humano debería de guiar sus acciones por la razón y no por creencias sin fundamentos lógicos. Que el ser humano no debería dar crédito a nada que no se haya comprobado empíricamente, mediante experimentos en la realidad. Todo conocimiento debería ser concreto es decir debería ser un conocimiento científico. De esta manera rechazaban como no válidos los conocimientos basados en creencias, típicamente los conocimientos que maneja la religión, rechazaban toda conducta guiada por mitos, por antiguas ideas, tradiciones, costumbres. Todo eso se convertía en vulgar y sin valor por no tener fundamento científico. Para los filósofos de la ilustración sólo tenía valor lo que el ser humano aprendía y conocía por medio de su raciocinio.


Este mismo período de tiempo, el siglo XVIII, vio el surgimiento de la ciencia práctica, se produjeron descubrimientos, como los descubrimientos geográficos o en el campo de la física, química o biología; se produjeron también inventos maravillosos. Todo esto cambió la manera de vivir de la gente, porque les proporcionó mayor comodidad y mejor acceso a recursos para el trabajo. La nueva forma de producción, el capitalismo, se vio beneficiada y a la vez se puede decir que fue el promotor de estos inventos. De esta manera siempre la historia ha visto al surgimiento del capitalismo y de las ciencias como fenómenos paralelos o con una relación de causa-efecto. Se consideró a la modernidad como sinónimo de revolución científica.


A raíz de estos cambios de la técnica y de la ciencia, la sociedad cambió y un aspecto fundamental de la vida social se puso en entredicho: la religión. Las creencias religiosas fueron atacadas por los hombres de la ilustración porque se consideraba a las iglesias como las aliadas del sector político conservador que pretendía la continuidad de las monarquías y el absolutismo, mientras que los burgueses, alentados por la acumulación de capital pretendían un nuevo sistema político más proclive a sus intereses, es decir las repúblicas democráticas.


En este sentido se volvieron sinónimos, la religión con la incultura y la ignorancia; porque el progreso que la sociedad vivía en concreto, era fruto de la razón y no de las creencias. De está manera la burguesía logró su triunfo, se erigieron gobiernos democráticos, la ciencia y la técnica hicieron que el capitalismo produzca más, y de esta manera se formaron los imperios que dominaron el mundo, el imperio inglés y otros.


Los imperios dominaron otros países de Asia, África y América, les llevaron el capitalismo y su modo de producción, les llevaron también su ciencia y la idea de que la modernidad era sinónimo de ciencia y democracia. Cuando la ciencia europea u occidental y moderna llegó a otros continentes, se encontró con pueblos que tenían una serie de conocimientos técnicos para la producción de variados elementos que les ayudaban a vivir. Esos conocimientos fueron apropiados por los europeos e ingresaron en el canon de la ciencia moderna. Sin embargo, en el discurso tales conocimientos nunca, ni siquiera hoy, fueron considerados como conocimiento científico, porque el carácter de científico como dijimos, era sólo aplicable en la modernidad, en el capitalismo y en la democracia; por tanto, el conocimiento de un pueblo asiático o americano o africano que no practicaba ninguna de estas cosas, no podía ser llamado científico.


Como vemos el debate sobre si el conocimiento de los Incas, por ejemplo, es científico o no, está marcado por una apropiación política de ese concepto. En esencia el conocimiento técnico, es decir práctico para la solución de un problema, es la base del conocimiento científico tanto para los incas, como para los europeos o los chinos. En todo el mundo se produce conocimiento práctico, empírico para la solución de determinados problemas, todos esos conocimientos en su utilidad, en su método, en su teoría, son iguales en su calidad de pensamiento lógico y riguroso. Por tanto, el carácter de “ciencia” que se apropia occidente, es más un problema político que un problema de la ciencia misma.


El conocimiento técnico-científico es común a todos los continentes y a todos los pueblos: de la china viene el invento del papel, que hasta hoy usamos; la pólvora, que es útil para las armas de fuego y para los explosivos; la brújula, que es fundamental para la navegación, y así hay muchos. Desde América proviene el cultivo del maíz y de la papa, de esta última hay más de 4000 variedades, que han sido producidas por los pueblos quechuas y aymaras; ¿cómo es posible producir tal variedad sin un método riguroso y una teorización sobre genética? También en América se produjeron medicinas como la quinina o la coca que se usaba como analgésico. Y así tendríamos de muchos otros lugares, una de las tareas del historiador es investigar cuántos conocimientos desde otros pueblos se han hecho hoy universales, tanto como los conocimientos que vinieron de Europa. Para esto, el historiador, debe abandonar la idea de que la ciencia es sólo europea u occidental, de que el conocimiento moderno es el único que puede ser considerado como científico, más bien entender que todo conocimiento empírico, riguroso, útil, práctico, puede ser considerado como conocimiento al mismo nivel que cualquier conocimiento científico y por tanto estudiarlo como tal.

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